Recordando el once de Setiembre del 2001, ese día que el país cambió para siempre. Apenas me había mudado de Perú dos meses antes del día de la tragedia. Esa semana estuve libre en el trabajo así que como solía hacer por las mañanas encendí el televisor y parecía que estaban pasando una película de acción, y cuando apenas me entraba la duda de si era verdad o era el avance de una
nueva película, tuve que contestar una llamada por teléfono, era mi esposo quien me pedía que no me alarme pero New York estaba siendo atacado.
¿Que no me alarme? Nosotros estamos a casi dos horas de NY pero la preocupación era enorme por todos los que viven ahí. A
los cinco minutos entró otra llamada, esta vez eran mis padres quienes también estaban alarmados, y buscando saber acerca de
nosotros y de lo que pasaba en NY. Me dijeron que la noticia era mundial, que lo veían en todos los canales de TV, que
ellos en Perú no lo podían creer y que rezarían porque no llegue a más.
Sin embargo, nuestra preocupación aumentó cuando mi hermana me dijo que mi amiga estaría volando en ese momento
por los cielos de New York. Su avión había salido la noche anterior de Perú y nunca pudo aterrizar en el aeropuerto John Kennedy porque todo estaba cerrado. Luego ella misma nos contó que el susto fue indescriptible porque pensaron lo peor y luego
de la aclaración de que su avión no era el secuestrado, vino la desesperación por saber hacia donde irían. El avión los llevaría a Washington pero también se supo del atentado al Pentágono y tuvieron que dirigirse a otro aeropuerto en North Carolina en donde permanecieron por casi dos días. Luego por fin pudieron regresar a New York.
No me puedo imaginar el momento de desesperación que vivieron miles de personas durante esos dias, los familiares de las victimas, de los que trabajaban o vivían cerca, de los que se encontraban en un avión etc. Lo que si viví fue el dolor que vino después, lo sentí al día siguiente que regresé al trabajo, había mucho silencio en la oficina e hicimos un homenaje a las victimas en el que oramos y derramamos muchas lágrimas.
En las calles, las escuelas, las casas y negocios se colocában banderas de todo tamaño, casi no había ningún árbol que no tenía un lazo amarillo en memoria de los héroes de las torres gemelas. La ciudad se entristeció por un buen tiempo.
Y aunque ya pasaron once años, se recuerda como el primer día, y se recordará por siempre de generación en generación
porque es parte de la historia de este país que se hizo aun más fuerte luego de lo sucedido y porque no se puede olvidar algo que no nunca debió de haber sucedido.
GOD BLESS AMERICA…today and forever!
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